TRES BIZARRE

TRES BIZARRE

“P’tit Quinquin” (Serie TV)

Es asombroso y a la vez una gran suerte que, en estos tiempos donde las series de TV son tan abundantes y de tan alto nivel, aun haya espacio y espectadores para una rareza grandiosa como “P’tit Quinquin”

Imaginen un pequeño pueblo, en el norte de la Francia más profunda y rural, compuesto en su totalidad por gente muy pero que muy peculiar. Aquí no se salva nadie, en esta historia todos los habitantes son: feos, brutos, cortos, tontos, locos, retrasados, y los pocos que escapan a la anterior catalogación, es gente absolutamente excéntrica y fuera de lo común.

Si a este lugar, repleto de curiosos y variopintos personajes, le sumamos una misteriosa y truculenta ola de crímenes que deberá ser resuelta por una dupla de detectives tan o más especiales que los habitantes del propio pueblo, imaginen el resultado.

P’tit Quinquin es una extraña y muy rara comedia, repleta de situaciones absurdas y sustentada sobre todo por sus bizarros*personajes.

Pero en esta historia lo alocado, raro e insólito no radica solo en sus maravillosos personajes. Todos y cada uno de los elementos de la serie siguen el mismo patrón. La historia ocurre en un pueblo que cuenta con un exótico paisaje mezcla de campo y playa, decorado por bunkers de la segunda guerra mundial abandonados junto al mar. Los crímenes a resolver, los cuales son una mera excusa para mostrar la gran galería de personajes, cuentan con cadáveres mutilados que aparecen dentro de vacas, que a su vez aparecen ubicadas en lugares prácticamente imposibles de arribar. Incluso unos turistas ingleses en un restaurante, que por no pertenecer a dicho sitio, podrían ser diferentes y ajenos a ese mundo, también encajan perfectos en la mecánica alocada del pueblo y provocan uno de los momentos más incómodos de la serie.

Da la sensación de que Bruno Dumont, director, guionista y creador de esta serie de TV y película (la han estrenado en ambos formatos), hubiese querido parodiar y exagerar el estereotipo de la gente de campo, llevándolo al máximo extremo posible. Lo más ingenioso en este juego es que en el pueblo nadie se sorprende ni se inmuta por lo que ocurre o por el comportamiento excéntrico de sus habitantes. Es decir, en ese lugar tan extraño, donde todo es insólito, todo se vuelve absolutamente normal.

Toca decir que la primera mitad de esta historia, llevada de la mano de Quinquin, un gamberro y carismático niño con la nariz torcida, es ampliamente superior y más divertida que la segunda, donde una vez presentados los alocados personajes, y como se desenvuelven en su entorno, solo queda la resolución de un crimen que importa bastante poco.

Algunos momentos inolvidables, solo por mencionar unos pocos, son la canción Cause I knew! tanto en su versión misa como su versión pop al aire libre, los abuelos de Quinquin arrojando platos para poner la mesa, el comandante Van der Weyden haciendo fackyou directamente a cámara, o el detective Carpentier llevando su coche en dos ruedas, tal y como lo había explicado previamente.

Solo en Francia se podía gestar un producto tan irreverente y poco formal como esta serie, y además convertirse en un éxito de público. Una comedia diferente y nada tradicional, no apta para todo tipo de paladares, que bajo su carcasa más superficial esconde los trucos y herramientas más puros del lenguaje cinematográfico para hacernos disfrutar y reír, de una manera muy pero que muy poco habitual.

*A pesar de que la RAE utiliza bizarro como valiente o gallardo, aquí se ha utilizado el significado francés e inglés para describir algo raro e insólito.

“P’TIT QUINQUIN” (El pequeño Quinquin, ESP)  FRA Dir: Bruno Dumont 2014