«Tian zhu ding»
MEDIAS TINTAS CHINAS
Dentro del cine asiático que tanto me gusta, el de nacionalidad China en líneas generales no suele gustarme tanto (tomamos Hong Kong como otra nacionalidad) por el carácter dramático de sus historias y su tempo excesivamente lento para contarlas.
Creyendo hasta último momento que vería una clásica y truculenta cinta de violencia asiática más alejada de la realidad tipo las coreanas o japonesas, entré a ver el film “Un toque de violencia” completamente confundido.
El film del director Zhangke Jia es crudo, visceral y tiene muy buenos momentos, pero en general no me termina de convencer por el no bien definido nexo que pretende unir las cuatro historias.
A mi entender las mismas funcionan bien por si solas, de forma independiente, separadas y alejadas de las otras, en tiempo y espacio, para que el único conector de las mismas sea el propio pecado y la violencia del relato (la traducción del original es Un toque de pecado) pero el film intenta vincular el global por medio de sus personajes que se “cruzan” de relato a relato, pero que lo hacen de forma forzada y a cuenta gotas, generando una sensación de distancia entre cada unidad y desconexión general.
Alejada de la temática rural o de las artes marciales, el film refleja y denuncia con fuerza, una cruda imagen de la China capitalista contemporánea, desigual, contaminada, corrupta, deteriorada, precaria y con una sobrepoblación que no encuentra otro lugar para sobrevivir que fabricas, saunas y pueblos decadentes.
Curiosamente este film, el cual ganó el premio al mejor guion en el festival de Cannes, y que además fue considerado como el mejor del año por los críticos de su tierra, no podrá verse en su país de origen, ya que la película tiene prohibido comercializarse allí por cosas del autoritarismo reinante.
Es una pena que los ligamentos de estos cuatro amargos y desoladores relatos que conforman este film, sobre gente común y corriente que actúa violentamente para salir de las contaminadas aguas en las que están sumergidos, no estén escritos con el mismo puño firme y la misma tinta azul solida que las propias historias.