«Kill List»

“Kill List” 2011 Dir: Ben Wheatley IRL

¿Y ENTONCES PARA QUE?

El cine independiente, de público menos mayoritario y sobre todo el europeo, tiene como marca registrada, en contraposición al americano (y más académico) no siempre tener la obligación de contestar las preguntas que la misma historia genera. Es decir, en el cine de género como el Thriller o el suspense por ejemplo, el modelo clásico de guión (americano) va generando una serie de interrogantes (quién es el asesino, qué está pasando, quién es ese personaje, etc.) que deberán ser respondidas en un momento u otro para no dejar abandonado al espectador, quien las va almacenando poco a poco en la memoria y necesitará aclararlas para obtener algo de satisfacción antes de llegar al final.

El cine europeo dispone, por tradición, de cierta libertad que le permite elegir si contestar o no dichas interrogantes, en busca de que el espectador interactúe de otra forma y elabore las respuestas o imagine a su antojo cuáles serán las conclusiones o caminos que vayan quedando abiertos.

¿Qué ocurre entonces si un film, narrado de forma “casi” tradicional, construye con esmero y cuidado un historia repleta de interrogantes con una increíble atmosfera de tensión creciente, pero que al final ninguna de ellas es resuelta? La sensación que el espectador podría tener es la de estafa, ya que tanta excitación y expectación provocada y no complacida finalmente podría generar cierta sensación de engaño.

La propuesta del film Kill List, de origen Irlandés y producida por el antes sello discográfico y ahora también mini estudio cinematográfico independiente Warp, va por este camino.

El film dirigido por Ben Wheatley, y protagonizado por Neil Maskell, el cual comienza como un aparente drama social británico (aunque no del todo, ya que desde el comienzo vemos algo raro en la familia del protagonista) que luego se va torciendo, poco a poco y de manera muy eficiente hacia un atrapante y violento thriller en toda regla, juega a generar y acumular tal tensión y expectativa para hacernos disfrutar del viaje pero sin la intención de recompensarnos con respuestas en el final del mismo.

Como espectador, la falta de información precisa o de respuestas claras en un film no me impide disfrutar, ya que considero que esa sensación de duda, cuando no todos los cabos sueltos son atados, hace la experiencia cinematográfica más interactiva y nos obliga a  pensar y rellenar algún hueco en la historia que se nos está contando, pero cuando un film basa su potencial solo en la tensión y expectación que genera lo que no se conoce o no se sabe, sin dar aunque sea una pizca de sentido a todo lo vivido previamente, me queda la sensación de que la obra esta descompensada y que al final esa emoción que me embargó durante todo el film no tuvo ningún tipo de fundamento que la sustente.

A pesar de este factor que le juega en contra, Kill List es potente y tiene como virtudes provocar un ascenso intenso y adrenalínico mediante un montaje brusco que juega astutamente a desconcertar. Buenas y creíbles interpretaciones (el personaje secundario a cargo de Michael Smiley es brillante) que nos permiten meternos en una historia que atrapa hasta el último segundo, una atmosfera oscura que pone los pelos de punta y un ritmo frenético para acabar de rematar la cuestión.

Una pena que un obra con tanto carácter haya jugado a dejarnos fuera de lo que ocurría realmente en la historia (puede que se me escapen cosas, pero no creo que tantas) y que el cúmulo de interrogantes no resueltas en una historia bien construida (¿era solo una secta?, ¿satanistas?, ¿él era el diablo mismo o tan solo un elegido del mal?) nos haga sentir que estábamos viajando muy, muy rápido, aferrados al asiento de un bólido de carreras, que no paraba de tomar curvas y contra-curvas vertiginosamente para ganar un Gran Premio, pero que finalmente cuando frenaba y se detenía, descubríamos que no estábamos participando en ninguna competencia.